lunes, 17 de agosto de 2009

La crisis que se nos viene


Por Gerardo Flores

El anuncio del secretario de Hacienda y Crédito Público, Agustín Carstens, frente a senadores y hombres de empresa, en el sentido de que México esté en shock financiero tiene varias implicaciones graves que no sólo mueven a la preocupación, sino al coraje por las reacciones tardías de quienes tienen la encomienda de custodiar el bien común.

Estar en shock financiero significa que en este y los siguientes años, no sé cuántos, el país ya no tendrá margen de maniobra para financiar su gasto, el de la pesada burocracia que le acompaña, las pensiones de ésta y la de sus estados y municipios. Estar en shock financiero significa que los estados y municipios difícilmente van a emitir deuda, pedir prestado o recibir recursos vía la factura petrolera, pues sólo en este año las ventas a Estados Unidos, nuestro principal cliente, se han caído 47.1 por ciento.

Un shock financiero es sinónimo de sequía monetaria, pues las remesas se caerán 11.5 por ciento este año, según el pronóstico más conservador del Banco Interamericano de Desarrollo. Por esta razón, y porque las exportaciones se han desplomado y los ingresos por turismo se han menguado, es que observamos un descenso notable en las reservas internacionales.

Estar en shock financiero significa que no habrá crédito por parte de la banca, ni empleo por parte de la planta productiva, porque simple y sencillamente no hay certidumbre para invertir. Estar en shock financiero, asociado al nivel de inseguridad pública que hay en nuestra nación, implica que pronto perderemos el grado de inversión por parte de las calificadoras y con ello sobrevendrá un alud de males apocalípticos que nos impedirán crecer y recuperar lo perdido.

Estar en shock financiero significa regresar a diciembre de 1994 y echar por el caño 15 años de esfuerzos y programas de emergencia, que se tornaron permanentes, para salir de la crisis y de retomar la recuperación que nos había metido ya en la senda del progreso.

Un shock financiero implica que tendremos que elevar impuestos, obligar a los informales a que paguen tributos, disminuir el gasto público por lo menos en un 30 por ciento y aplicar ya los préstamos que nos han autorizado los organismos financieros internacionales (FMI, Banco Mundial y BID), aunque ello nos envíe directamente a la sala del déficit público que como proporción del Producto Interno Bruto rebasaría el 3.5%, si es que queremos cubrir quebrantos por unos 450 mil millones de pesos.

Estar en shock financiero significa prepararnos para la crisis que viene, porque mientras la mayoría de las naciones están saliendo de la recesión, nosotros estamos entrando o ya quedamos paralizados por el pánico escénico a menos de la mitad del camino de los planes contracíclicos. Lamento decirlo, pero ahora fue el secretario Carstens el realista, que no catastrofista, de una situación que nos asfixiará más en los próximos meses.

Un shock financiero no proviene de un simple catarrito, sino de una pulmonía cuata que nos puso ya en la antesala de la terapia intensiva y que sólo evidencia que cualquiera de los miembros del gabinete financiero no únicamente reprobaría un examen de estadística, econometría o un simple diplomado sobre gasto público y un ejercicio ficticio de aplicación de recursos contra prioridades, sino cualquier prueba de simple lógica formal, de previsión numérica o de prevención de riesgos.

Tener un puesto de dirección en cualquier empresa significa ofrecer resultados; presumir un cargo de decisión en cualquier partido político implica que en cualquier contienda, el jefe demostrará su liderazgo con la obtención de votos u oferta política; ostentar un cargo público de alto nivel representa un compromiso con la sociedad y el bien común, independientemente de los manuales de gestión de desempeño o de contar buenos diagramas de flujo para emitir órdenes.

Así, permítame recordarle que Jaime Serra dejó su cargo de secretario de Hacienda tras la crisis de 1994 Y Germán Martínez, la presidencia del PAN por los malos resultados en las elecciones del pasado 5 de julio, y ese es el camino que deberían seguir quienes no han podido sostener la fortaleza de nuestro peso y el peso de nuestra economía, aunque también hay quienes piensan que si ya asumiste una responsabilidad y cobraste por ejercerla durante la mitad del sexenio, pues ahora te quedas hasta que saques del bache al país o que venga el juicio popular y legal. La conseja: Muchos son los llamados y pocos los escogidos.

La moraleja: Las palabras bíblicas se hacen evidentes sólo en el padrón fiscal mexicano, pues siempre el fisco siempre se recarga sobre los que ya cumplen con sus obligaciones. El cierre.

***La vox populi nunca se equivoca. Si se requiere más dinero para las arcas nacionales, las huestes de Carstens deberían echarse un clavado en el metro y las calles de la ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Puebla, etcétera y etcétera, para que todo el ejército de vendedores que no pagan impuestos, lo hagan.

***Si quieren más dinero, basta con revisar las aduanas del país, principalmente la de Manzanillo, por donde se cuela la corrupción y el contrabando de todo el país. ***Si se necesita más dinero para financiar gasto es necesario eliminar una gran cantidad de planes y programas aparentemente sociales, pero que sólo son políticamente clientelares y que en muchos de los casos se aplican por compadrazgo y amiguisimo.

Editor del Financiero en Línea

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