domingo, 7 de febrero de 2010

Tres retos económicos de México



Por Alejandro Gómez Tamez (*)

México enfrenta una enorme cantidad de retos que deben ser superados si se desea tener crecimiento económico sostenido y que éste se traduzca en una mejoría de las condiciones de vida de la población.

En este sentido podemos mencionar las reformas estructurales pendientes, tales como la energética, la laboral y la hacendaria; también podemos mencionar los problemas relacionados a la corrupción, al contrabando y al crimen organizado; o bien podemos mencionar los enormes rezagos en infraestructura que sufren prácticamente todos los municipios del país.

En fin, desafortunadamente hay mucho urgente por hacer y los avances para componer las cosas son escasos (o nulos) en la mayor parte de los temas de la agenda nacional.

Dada la amplitud de los temas arriba mencionados; en este artículo deseo centrarme únicamente en tres problemas que son verdaderos lastres y que se deben solucionar antes de que termine el actual sexenio si es que queremos tener bases sólidas para el crecimiento durante la presente década.

A continuación menciono en qué consisten éstos tres asuntos:

El primero de los grandes retos es la debilidad fiscal. Esta se manifiesta en dos vertientes: una excesiva dependencia de los ingresos petroleros y una pobre base de contribuyentes que verdaderamente pagan impuestos.

En relación a la dependencia del petróleo para las finanzas públicas, tenemos que en la estimación de los ingresos presupuestarios del sector público de la Ley de Ingresos de la Federación correspondiente al ejercicio 2010 (página 26 de dicho documento) se señala que los ingresos presupuestarios del sector público federal representaron en 2009 el 22.4 por ciento del PIB, y que de este total el 29.46 por ciento correspondieron a ingresos petroleros.

De igual manera, en base a dicho documento se puede inferir que el 14.73 por ciento de los ingresos presupuestarios del gobierno federal provienen de organismos y empresas, por lo que la realidad mexicana muestra que solamente el 55.35 por ciento de los ingresos del sector público federal son ingresos tributarios y no tributarios (diferentes al petróleo y los ingresos de organismos y empresas).

Desde luego que esto es un problema, ya que lo que se recauda por la vía de ingresos tributarios y no tributarios en México representa apenas el 15.8 por ciento del PIB, y de este total el 78.48 por ciento son impuestos (es decir, equivalente a 12.4 por ciento del PIB). El nivel más bajo de todos los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Esta situación pone en grave riesgo a las finanzas públicas nacionales, ya que ante cualquier baja considerable en el precio del petróleo, se sufren graves desajustes presupuestales, lo que se traduce en recortes al gasto público, en los que los principales afectados son los programas sociales y los gobiernos estatales y municipales.

Así, el principal problema de México en este sentido no es que no se cobren suficientes impuestos (ya que los que tenemos son bastante elevados), sino que la base de contribuyentes es muy limitada, además de que existen graves problemas de evasión y elusión fiscal; además de los infames regímenes especiales que privilegian a unos cuantos.

Es importante señalar que de acuerdo con la Secretaría de Hacienda, al cierre de 2009, el universo de contribuyentes en México creció 9.6 por ciento, a tasa anual, para sumar 26 millones 389 mil 618. De este total, 25 millones 559 mil 84 son personas físicas, mientras que solamente 830 mil 534 son personas morales.

Estas pueden aparentar cantidades elevadas de contribuyentes, pero el problema es que la inmensa mayoría de las personas físicas no paga prácticamente impuestos sobre sus ingresos, dado lo bajo que éstos son; mientras que una gran cantidad de empresas no declara impuestos, dado que recurren a diferentes esquemas que les permiten inflar sus costos artificialmente, subfacturan (dado la elevada tasa fiscal) o recurren a lagunas legales para evitar el pago de impuestos.

El segundo reto que afronta nuestro país es la elevada concentración de nuestras exportaciones hacía los Estados Unidos y el muy bajo nivel de valor agregado nacional que en general incorporan nuestras exportaciones.

En este sentido, de acuerdo a información publicada en el Banco de Información Económica (BIE) del INEGI, en los primeros once meses de 2009 (estas son las cifras más actualizadas disponibles) México exportó a los Estados Unidos mercancías por $166 mil 624 millones de pesos, cifra que representa el 80.58 por ciento del total de las exportaciones durante dicho periodo.

Por su parte, las exportaciones a Europa en los mismos meses representaron apenas el 5.32 por ciento del total.

Esto representa un grave problema para el país. Es de elemental inteligencia saber que “no se deben de poner todos los huevos en la misma canasta” ya que si le va mal al país destino de la mayoría de nuestras exportaciones, también nos irá mal a nosotros.

Muestra de ello es lo que nos pasó durante 2009, año en el que el PIB de Estados Unidos cayó 2.4 por ciento, lo que ocasionó una contracción de nuestras exportaciones a dicho país del orden de 23.7 por ciento (al mes de noviembre), lo que a su vez influyó negativamente en nuestro país resultando en una contracción de nuestro PIB de aproximadamente 6.9 por ciento, de acuerdo con cifras preliminares.

La evidencia estadística no miente y en base a ella queda claro que todos aquellos países que tienen sus mercados de exportaciones más diversificados tuvieron un desempeño económico aceptable el año pasado.

Por ejemplo Brasil, creció en 2009 aproximadamente 0.21 por ciento, lo cual es más que bueno cuando se analiza el contexto económico y financiero mundial en dicho año.

Brasil es un país que en términos generales destina una cuarta parte de sus exportaciones a Estados Unidos, otra cuarta parte a Europa, otra cuarta parte a Asia y el resto a América Latina. Ante esto, no queda más que concluir que México debería copiar los aspectos positivos del modelo económico brasileño en materia de comercio exterior.

Por último, el tercer problema que se debe superar en México es el de los déficits crónicos en la balanza comercial. Nuestro país es un deudor neto y crónico en la balanza comercial. El último año en que tuvimos superávit comercial fue en 1997, año en el que éste sumó 623.4 millones de dólares.

Es sorprendente darnos cuenta que los déficits acumulados en la balanza comercial de 1998 al año 2010 suma 99 mil 357.4 millones de dólares. Imagínese usted la gran contribución que ha hecho México para la creación de empleos en otras partes del mundo, y la enorme cantidad de empleos que se han perdido o dejado de crear en México por culpa de estos déficits.

Es verdad que los déficits con el exterior son producto de problemas estructurales en la economía nacional, tales como el hecho de que la elasticidad-ingreso de nuestras importaciones es mayor que la elasticidad-ingreso de nuestras exportaciones.

Esto implica que si México y Estados Unidos crecieran ambos a una misma tasa, México aumentaría nominalmente más sus importaciones de Estados Unidos que lo que dicho país aumentaría sus importaciones de México. Esto es, entre más crece el PIB mexicano más crecen proporcionalmente las importaciones.

Por su parte, otro problema que ocasiona estos déficits crónicos con el exterior es la errónea política que había venido siguiendo el Banco de México que consistía en mantener una política monetaria astringente, la que ocasiona elevadas tasas de interés, mayor entrada de divisas al país y eventualmente la sobrevaluación del peso, tal como pasó en el 2008 cuando vivimos los meses del “super peso”.

Claro que el Banxico se justifica diciendo que no interviene en el mercado cambiario vendiendo dólares (salvo en el 2008 y 2009), pero es una realidad que no necesita intervenir vendiendo divisas para llevar al tipo de cambio a una paridad deseada.

Es una realidad que con que muevan las tasas de interés lo suficiente, provocarán que el tipo de cambio se ajuste a los niveles que ellos deseen sin necesidad de intervenir en el mercado cambiario.

Hemos insistido entonces en la necesidad de un tipo de cambio competitivo y dejar de lado la política de tener un tipo de cambio sobrevaluado como estrategia para frenar la inflación.

Lo que México requiere es un tipo de cambio competitivo acompañado de políticas de promoción de exportaciones a mercados diferentes del estadounidense. Esto se puede lograr a través de incentivos fiscales o bien recurriendo a subsidios (tal y como lo hacen los chinos al margen de los acuerdos de la Organización Mundial de Comercio).

Así, en este editorial he tratado de dar un muy simple diagnóstico de tres problemas que nos aquejan como nación y que urge resolver. En la medida en que lo hagamos habrá mayor crecimiento económico, más creación de empleos y mayor prosperidad.

De igual manera, tendremos un sistema fiscal más equitativo y menos vulnerabilidad con respecto a los acontecimientos internacionales.

Esperemos que la Presidencia de la República, la Secretaría de Hacienda, la Secretaría de Economía, el Banco de México y el Congreso lo entiendan y actúen en consecuencia.

(*) Director General GAEAP

1 comentario:

  1. MUY buen reportaje, ojala nuestras autoridades aplicaran todas sus recomendaciones,ya que siempre estan tan ocupadas que no ven ni escuchan, por favor seguir publicando para que algun dia, se pongan las pilas.

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