viernes, 12 de febrero de 2010

Innovando que es gerundio


Por Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña (*)

En estos momentos de crisis económica mundial, donde la competencia entre empresas llega al punto de ser una batalla a vida o muerte, hay un concepto clave que nos permite diferenciarnos, seguir creciendo y poder desarrollar una ventaja competitiva con las empresas y, a nivel global, con los países de nuestro entorno.

Es la innovación.

Históricamente España no ha sido un país innovador, en los últimos 50 años muy al contrario, pues uno de los grandes agujeros negros de las empresas de mi país son los paupérrimos resultados de i+D, muy especialmente en pymes.

De entrada, observo una confusión de concepto. Innovar es según la RAE “la creación y modificación de un producto, así como su introducción en un mercado” y en mi país las partidas destinadas a innovar en muchas ocasiones no acaban sino aplicando e imitando los modelos gestados y validados internacionalmente para aplicarlos al mercado local.

Es decir, rara vez empresas españolas obtienen resultados en i+D; nos limitamos a importar tecnología y clonar ideas del exterior 12 ó 24 meses más tarde.

Hablo de España ya que es el caso que más conozco, pero lo mismo podría extrapolarse a muchas otras empresas de Latinoamérica.

Ése es uno de los talones de Aquiles de nuestras empresas: poco riesgo, poca inversión en i+D y en las raras ocasiones que ésta existe (como en caso de algunas universidades españolas), queda limitada a un ejercicio teórico sin vocación ni futuro comercial, que en ocasiones termina en un cajón, sin cumplir lo que debería ser su objetivo: acabar en ciclo de comercialización y producción.

Bien es cierto que, en los últimos 10 años, la Administración Pública española se ha esforzado en fomentar por medio de todo tipo de ayudas y subvenciones todo lo que representa innovación, pero el resultado es muy limitado a día de hoy.

¿El culpable?

Posiblemente una falta de cultura emprendedora e innovadora, una búsqueda del resultado económico inmediato y, en muchas ocasiones, la mano del capital riesgo en España, que paradójicamente aporta muy poco de “capital” y literalmente ningún “riesgo”.

Sin esa última variable no hay posibilidad alguna de innovar en la empresa privada, que no puede permitirse vivir únicamente de fondos propios y subvenciones a la innovación. El i+D representa una apuesta y debe ser decidida y sostenida, especialmente a medio plazo si queremos resultados mínimamente interesantes.

Uno de los baremos significativos para medir la innovación de un país es el número de patentes solicitadas. Este indicador muestra, desde hace años, un movimiento de tendencia desde Japón y del mercado anglosajón hacia Asia nororiental, que crece rápidamente.

Según los informes de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, Japón es el país que en 2005 (último año del que se dispone de estudios globales), tiene el mayor número de patentes per cápita, con 2.876 por millón de habitantes.

España se encuentra a años luz, en el puesto 25, tras países como Ucrania, Singapur y Kazajistán, con 70 patentes por cada millón de habitantes y con crecimientos anuales muy moderados del 4 por ciento, inferiores a la media mundial, que nos hacen año a año caer en la lista de la innovación, frente a países como China, con enormes crecimientos de más del 40% interanual en el número de patentes.

La mayor parte de los países de Latinoamérica están aún por detrás.

Cabe destacar que no es un problema económico, sino un problema cultural y conceptual. No hay “cultura de la innovación”. Incluso en plena bonanza económica en el año 2006, España estaba a la cola de la innovación en la Unión Europea, en el puesto 16 según los datos de la propia Comisión Europea, dentro del poco honroso grupo de países que pierden terreno anualmente en innovación, junto a Estonia, Bulgaria, Rumanía y Turquía.

Los líderes europeos son Suecia, Finlandia, Alemania, Dinamarca y Suiza.

De todos los indicadores analizados por la UE, destaca el denominado “espíritu emprendedor”, clave para forzar la innovación y la creación de nuevas compañías, donde mi país cae a un desastroso puesto 22 dentro de los 25 de la UE.

La crisis económica debe ser entendida y vista como la excusa perfecta para abrir los ojos, innovar, desarrollar departamentos de i+D, establecer por fin sinergias y vínculos entre organismos innovadores en sí mismos, como ciertas universidades, y el tejido empresarial.

En nuestra mano está revertir en pocos años la situación y poder poner a nuestro país en un punto de vista competitivo real con los países de nuestro entorno.

Espero que en España abramos los ojos. También en Latinoamérica.

(*) CEO Ocio Networks

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