jueves, 12 de noviembre de 2009

Creatividad Fiscal II


Por José Eugenio Castañeda E.

El revuelo por la aprobación del Congreso al alza de impuestos ha continuado y seguramente seguirá. El descontento se ha generalizado en todos los sectores. Los partidos de izquierda que votaron en contra han aprovechado para llevar agua a sus molinos políticos, cargando todo el peso de la responsabilidad en los hombros del PRI y del PAN.

El costo para estos dos últimos puede ser alto si en lo que resta del sexenio no se logra concretar una auténtica reforma fiscal a fondo que equilibre la responsabilidad del pago de las contribuciones hacia una base de contribuyentes más amplia y se logre una auténtica equidad en materia de impuestos.

No es aceptable que siempre seamos los mismos --unos cuantos--, los que hagamos frente a estas obligaciones, y la gran mayoría de la población permanezca al margen de su cumplimiento.
Lo que, sin embargo, no han dicho ni el PRD ni el PT es qué hubieran hecho ellos para tapar el ya famoso "boquete fiscal" de más de 300 mil millones de pesos, que el gobierno federal requiere para contar con un presupuesto que le permita hacer frente a sus obligaciones. Volvemos a lo mismo, hace falta creatividad e inteligencia y no sólo crítica estéril.

De nueva cuenta se dejaron ir las oportunidades para voltear hacia otro lado, y se optó por lo de siempre, aprovecharse de los contribuyentes cautivos para castigarlos más. El gobierno puso oídos sordos a las soluciones que se han buscado en otros países para incentivar la economía y la creación de empleos, y optó por la vía más fácil, tasas más altas al consumo y a las ganancias, y nuevos impuestos a las telecomunicaciones.

Paradójicamente los impuestos que podrían haber tenido una clara justificación en un alza más elevada, como es el caso del gravamen al tabaco, apenas se movieron. Los cabilderos de las empresas tabacaleras hicieron muy bien su trabajo y convencieron a los legisladores de tratar a sus clientes de manera preferente. Más allá de esto, nadie habló de opciones para lograr aumentar la base tributaria.

Para colmo el reclamo del presidente a los empresarios provocó nuevos desencuentros y rispidez en una relación ya de por sí muy desgastada. Calderón no vio lo obvio: si los grandes empresarios pagan menos impuestos de los que debieran, no es sino porque la ley así se lo permite, y ellos se aprovechan de la complejidad de la legislación fiscal para los beneficios que suponen ciertos movimientos financieros, como es el caso de la tan cuestionada consolidación.

Lo justo es lo que siempre se ha dicho, quien tenga más que pague más, pero que todos paguen cuando menos algo.

La iniciativa del famoso impuesto contra la pobreza chocó contra un muro y no hubo quién pudiera salvarla.

Constituía un principio que pudiera haber logrado consolidarse al tiempo, el que no existan bienes y servicios exentos del impuesto al consumo, como sucede en todo el mundo. El régimen de tasa cero, aunque absurdo, se sigue manteniendo para alimentos y medicinas.

A pesar de lo anterior, nadie pensó en otras opciones, como ha ocurrido en países desarrollados, tal es el caso de Alemania, donde --de manera transitoria-- se optó hace algunos años por la creación de un impuesto a la riqueza monetaria acumulada, distinto del Impuesto Sobre la Renta. Ante la crisis mundial, los alemanes se han planteado el volver a instituirlo por un tiempo, aplicando una tasa única del 5 por ciento, a aquellas personas físicas que tengan depósitos o inversiones mayores a 500 mil euros, lo que equivale a casi diez millones de pesos.

Si algo similar se hiciera en México, considerando únicamente la mitad, dicho gravamen aplicaría si acaso para el uno por ciento de la población, es decir, a poco más de un millón de causantes. En un año, se generarían ingresos por cuando menos 250 mil millones de pesos, y si el impuesto se redujera paulatinamente en el tiempo, un punto por año, para quedar finalmente en 1.0 por ciento, dichos ingresos servirían para dirigirse a los sectores más necesitados, donde hace más falta infraestructura, servicios básicos y trabajo. El contenido social de una contribución así, tendría un integrante histórico de solidaridad nunca antes pensado.

Más de un lector me tachara de iluso y probablemente de estúpido, pero estoy convencido de que se trata de generar ideas, que al tiempo nos puedan servir a todos a ayudar a construir un México mejor. No sólo se aceptan --ante la inmovilidad y falta de imaginación de nuestros políticos--, urgen sugerencias.
Notario 211 del Distrito Federal.

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